¿Quién asesinó a los gorilas de Virunga?
Grupos fuertemente armados rompen la quietud de este parque en el corazón de África. Multitudes de refugiados desesperados atiborran sus fronteras, los productores de carbón talan los bosques y, finalmente, el verano pasado, alguien mató, a sangre fría, a siete de estos magníficos animales.
Tsongo, un gorila macho adulto, observa a un guarda forestal en el Parque Nacional Virunga.
Foto de Brent Stirton
Los asesinos aguardaron a que oscureciera. El 22 de julio del año pasado, un grupo de agresores anónimos se agazapó en el bosque para ejecutar a una familia de gorilas. Ocultos en la ladera del volcán Mikeno, al oriente de la Republica Democrática del Congo, los atacantes utilizaron armas automáticas para masacrar a los 12 miembros de la familia Rugendo, muy conocida por los turistas y amada por los guardas forestales del Parque Nacional Virunga. El patriarca, un gorila de espalda plateada de 225 kilogramos, llamado Senkwekwe, debió percibir a los agresores, mas no se alarmó pues había visto miles de personas y aceptaba su proximidad como algo enfadoso aunque inevitable. Los guardabosques de la cercana barraca de Bukima dijeron haber escuchado detonaciones a las ocho de la noche y, al patrullar a pie a la mañana siguiente, encontraron a tres hembras, Mburanumwe, Neza y Safari, ultimadas a tiros, mientras la cría de esta última trataba de ocultarse en las cercanías. Al día siguiente, hallaron el cadáver de Senkwekwe: le habían disparado en el pecho aquella fatídica noche. Tres semanas después, descubrieron a otra hembra Rugendo, Macibiri, cuyo bebé se presume muerto.
Apenas un mes antes hubo un ataque contra dos hembras y una cría de otro grupo de gorilas. Los guardas forestales hallaron a una de ellas, ejecutada con un tiro en la nuca, y a la cría, aún viva, aferrada a su pecho. Sin embargo, jamás encontraron el otro cuerpo. En total, Virunga presenció el asesinato de siete gorilas de montaña en menos de dos meses. Las fotografías de Brent Stirton, plasmando el momento en que los dolientes aldeanos llevan en andas los cuerpos inertes como si fueran miembros de la realeza, aparecieron en infinidad de diarios y revistas de todo el mundo. Los asesinatos de estos inteligentes y reservados animales que los guardas forestales llaman “nuestros hermanos” provocaron la indignación internacional. Y no hubo escasez de sospechosos. Los gorilas comparten el parque con decenas de miles de soldados fuertemente armados que se baten en una guerrilla tripartita entre dos milicias rivales y el ejército congolés. Asimismo, el parque es hogar de cazadores furtivos e infinidad de productores de carbón ilegal, amén de estar limitado por tierras agrícolas de subsistencia y enormes campos de refugiados llenos de familias que huyen de la masacre. Atrapados en este vórtice de sufrimiento humano, sería un milagro que los animales salieran ilesos. Pero ¿quién querría matar gorilas a sangre fría y por qué?
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